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Channel: Falando no deserto
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Antropofagia Zombie

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[Anotaciones quejumbrosas con spoilers]

 In the flesh es una nueva obra maestra que ilustra cuan fructífera es la vieja estrategia de subvertir mitologías dominantes. El universo ficcional zombie ya era ampliamente conocido antes del reciente éxito internacional de The Walking Dead aunque, por motivos todavía no aclarados, en los últimos años vuelve con fuerza a comics, películas y series del mundo entero. Estas dos series ilustran a la perfección dos formas opuestas de acercarse al mito.

The Walking Dead, tanto en el cómic como en la serie de TV, reedita los tópicos originales y los desarrolla con nuevas posibilidades técnicas y expresivas (maquillajes impresionantes, brutalidad y violencia explícita extrema, tanto en lo material -mutilaciones, matanzas, sangre y entrañas- como en lo simbólico -torturas, sadismo, deshumanización radical de la figura antrópica), extendiendo los argumentos hasta extremos tal vez innovadores, pero siempre partiendo de un mismo núcleo narrativo, con la génesis en el mismo “pacto ficcional” característico del género. El punto de partida es el mismo que en las obras clásicas: el retorno apocalíptico de los muertos sob forma monstruosa amenazando la supervivencia de la humanidad, en tanto especie biológica y en tanto consenso moral (un buen análisis sintético del mito, basado en Deleuze/Guattari y Jorge Fernández Gonzalo, lo propone desde Porto Alegre la revista Rastros n.6). En sus exploraciones más lejanas, el desarrollo de esta mitología tiende a la fábula alegórica, como vemos en los últimos capítulos de TWD en cómic, cuando los zombis se tornan mero elemento paisajístico y la “supervivencia de la humanidad” se resuelve en conflictos entre grupos humanos (“Nagel” vs. “the survivors/the kingdom/the hilltop”), o en dilemas éticos de los protagonistas (las acciones moralmente reprobables que el líder debe llevar a cabo para garantizar la supervivencia de su grupo, la falaciosa oposición “derechos humanos” vs. “seguridad”). Las variaciones sobre el tema son reiteradas, y no soportan una lectura crítica mínimamente distanciada, se vuelven aburridas para una segunda lectura o cualquier intento de exégesis ambiciosa. A pesar de eso, la lectura embebida, connivente con el pacto ficcional establecido de inicio, hacen la fábula potente, seductora, entretenida.

In the flesh toma el camino contrario para apropiarse de la mitología establecida, ubicando la subversión del tópico en el kilómetro cero. Como con las insidiosas preguntas de Saramago (qué pasaría si…?), la potencia ficcional de esta serie explota en las primeras líneas, en los primeros minutos: qué pasaría si los zombis se curasen? A partir de aquí, todos los desarrollos nos parecen sorprendentes, inéditos, provocativos. Nótese que la fuerza de este abordaje no pasa únicamente con el paralelo de la “medicalización” (o “patologización”) de la invasión zombie. Este mismo camino fue recorrido por The Walking Dead con la subtrama de la granja, en la que la familia de Hershel cobijaba a hordas de zombies en un granero, a la espera de una “solución médica” a la “infección” (interesante alusión al espacio místico que viene ocupando la “fé en la ciencia”, la esperanza omnímoda en la solución técnica de problemas políticos). No es demasiado relevante destacar que la resolución de este dilema, en The Walking Dead, desagua en la fórmula ideológicamente hegemónica: la cura zombi es imposible, la infección es irreversible, cualquier aproximación a la alteridad (el “buenismo”) es peligrosa y la única salvación es el exterminio del enemigo. Digo que no es relevante porque es lo esperado, lo obvio en una producción de la dimensión de TWD: no desafiar la hegemonía es un requisito para no arriesgar la estabilidad del “pacto ficcional”, ofrecer al lector lo que el lector espera es la forma de mantener el hechizo, la lectura rasa entretenida y los altos índices de audiencia en todo el globo. Sorprendente y arriesgada, por tanto, es la propuesta de In The Flesh, que no solo resuelve el dilema propuesto (la cura zombie) en el sentido contrario a los tópicos del género (la efectiva curación de los ex-zombis y su progresiva reinserción en la sociedad), sino que coloca esta premisa como punto de partida (en las primeras secuencias del primer episodio, en la sinopsis de la serie). Con este planteamiento, los productores renuncian a los recursos más “lucrativos” en términos de espectáculo: en In The Flesh no hay matanzas de zombis, no abundan los primeros planos de cadáveres putrefactos devorando cerebros, los intestinos sangrantes o el sadismo banalizado. Los beneficios de esta apuesta se dan en un plano reflexivo: por un lado, en la dimensión metafórica, con sentidos políticos de la trama que serían imposibles encorsetándose en los tópicos del género; y por otro, en el placer humorístico de la subversión. Esta subversión genérica es, por si misma, motivo de deleite de los aficionados del género, que observan como son desafiados los clichés con recursos metaficcionales recurrentes (como las veces en las que el protagonista argumenta: “ya sé que en las películas esto no es así, pero esto no es una película”). En última instancia, se podría argumentar que la potencia política y ficcional de esta serie está exactamente en este gesto subversivo, en este “pecado original” que supone la elección de semejante premisa narrativa. Remitiendonos al modernismo brasileiro, se podría calificar como antropofágica esta apropiación de los clichés de un género demasiado reeditado, generando algo nuevo a partir del planteamiento diferente de algo viejo.

Hasta aquí mis aplausos, por tanto, a esta nueva serie. Pero a partir de aquí, mi preocupación: es la antropofagia sostenible? O: los antropófagos se pueden alimentar de zombis? O: es posible el reciclado de la mierda? O: si los antropófagos se alimentan de carroña, devienen zombis? Traduciendo: es posible este gesto subversivo sin una mitología viva, inocente, irreflexiva, ideológica, seductora, ampliamente difundida, etc.?

Digo esto porque me parece que las dos estrategias descritas para las series de zombis se repiten en otros productos ficcionales, y siento que nuestras alabanzas y nuestras pasiones van indefectiblemente para la propuesta antropófaga, al tiempo que los desprecios y los ninguneos van para la carne viva. Y me parece coherente (yo hago lo mismo), pero tal vez un poco injusto con los productores de las mitologías más potentes, sean populares, industriales, o una mezcla de las dos.

Pongo algunos ejemplos:

Watchmen. Ahora que se ha reeditado en versión integral con tapa dura y ya ha salido la película y Allan Moore es famoso, todo el mundo se llena la boca hablando maravillas de Watchmen, considerada, sucesivamente: una pieza fundamental de la literatura occidental del Siglo XX, una inteligentísima subversión metaficcional de los tópicos del género de superhéroes, una provocadora lectura política sobre las relaciones de poder, fuerza y vigilancia en las sociedades de control, etcétera. Otras obras de Allan Moore (principalmente V for Vendetta) siguen el mismo camino, facturando el éxito de la habilidosa relectura del género. Cosas parecidas se dicen de otra “obra maestra del género”, en Dark Knight de Frank Miller, de la que se valora la reinterpretación de la imagen consensuada de Batman. O más recientemente: el Superman Red Son de Mark Millar o diferentes series de Warren Ellis (por ejemplo, Planetary, de la que ya hablamos por aquí). Pero entre todas estas alabanzas (casi siempre lugares comunes), nunca nadie se acuerda, si no es para hablar de su inocencia y simplicidad, de la Golden Age, del primer Superman o del primer Spiderman, de la fundación de los mitos originarios. He leído bastantes explicaciones sociológicas o ideológicas sobre el nacimiento de Superman (la más brillante, la de Umberto Eco), y esto hace que los autores nos parezcan pasivos articuladores de dinámicas sociales, mitopoiéticas generales en las que los dibujantes son simples demiurgos chamánicos de un Zeitgeist inexpresado. No sé, tal vez sea así. Pero hay que reconocer que sin Jack Kirby o Stan Lee (y la gente que los rodeaba) no habría Allan Moore ni Warren Ellis (ni sus eruditísimos críticos). Y lo que es más preocupante: que será de los super-héroes de aquí a 30 años, ya que a pesar de las millonarias películas y videojuegos, hace más de tres décadas que las factorías Marvel y DC no han sido capaces de colocar ningún nuevo superhéroe en el panteón de nuestro imaginario colectivo? Esta repetición insaciable: precede una fase de renovación, o es el principio del fin de este género?

El ejemplo clásico de este movimiento es el Quijote. No hace falta que lo explique: sin las novelas de caballerías no hubiera sido posible el gesto genial de Cervantes. Pero cual de estos autores se recuerdan?

O para volver a las series de televisión recientes (y con esto voy acabando): la comparación que hice para The Walking Dead y In the Flesh es posible para The Boardwalk Empire y The Sopranos. Con una diferencia: en el caso de los zombies, la primera serie resucita un género en horas bajas devolviendole su “estar-de-moda”, y la serie posterior es paródica, subversiva y desafiante; en el caso de las mafias italo-americanas, la primera serie cosecha tantos éxitos subviertiendo tópicos que permite que la segunda aproveche el “estar-de-moda” para mantener cierto destaque simplemente repitiendo lo conocido. Me justifico: The Sopranos, como In the flesh, arranca con una propuesta inédita que da la vuelta a los clichés: un capo mafioso en la poltrona del psicoanalista, con problemas de ansiedad. En este sentido, los Soprano se emparenta a La otra Gran Serie de la HBO, The Wire, en lo que esta última tiene de parodia de clásicos policiales como El silencio de los corderos o la exitosa CSI (la cacería “ficticia” del serial killer en la S05 es digna de Billy Wilder, en su sinfín de gags y guiños a los thrillers hollywoodienses), al tiempo que se desdobla un retrato mordaz de la fangosa decadencia institucional de nuestro tiempo. Por el contrario, Boardwalk Empire solo aprovecha el tirón mediático de los Soprano conjugando una serie de reclamos publicitarios que no son garantía de nada: una serie dirigida por Martin Scorscese, protagonizada por Steve Buscemi (y otros actores de la cantera HBO), ambientada entre Chicago y Atlantic City en los años 20. La serie se mueve cómoda en el espacio mítico, ampliando los tópicos con manierismos y recursos técnico-expresivos novedosos y muy bien administrados, pero en lo que respecta a la innovación en el tratamiento de los mitemas, rien de rien. Aunque hay defensores acérrimos que dicen que es una gran obra, yo me cansé de esta última serie antes de terminar la primera temporada. Y el hecho de que In the flesh venga precedida de otras series tan brillantes como Dead Set o Black Mirror me hace pensar que el centro de creatividad en ficción audiovisual ya ha cruzado el Atlántico, desde la HBO a la BBC.

En fin, podría parecer que todo era para hablar muy bien de In the Flesh y producciones semejantes, y muy mal de The Walking Dead y producciones semejantes. Es cierto que me gustan mucho las subversiones de los imaginarios dominantes (evidente influencia oswaldiana-antropofágica tras varios años de brasilidade), pero no quería ignorar el suelo fértil sobre el que éstas florecen. Si bien es criticable el espectador zombi que devora sin procrear, también es cierto que la tribu antropófaga no sobreviviría sin enemigos que devorar. Por eso, mi pregunta: qué imaginarios míticos estamos dejando pasar sin un mordisco? Qué nuevo espacio sagrado surgirá o está surgiendo, a la espera del bulímico caníbal que lo ensucie?

 


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